Nacido en Londres en 1759, en uno de los momentos de mayor esplendor artístico, económico y político del Imperio Británico, William Beckford of Fonthill fue agraciado, desde su nacimiento, con fortuna y posición excepcionales: descendiente, por línea materna, de la nobleza de estirpe real y, por la paterna, de una familia de enriquecidos terratenientes con posesiones en ultramar. Su infancia, así condicionada, transcurre entre los lujos campestres de Splenders, la mansión de Fonthill, y la tutela de sus preceptores, entre los que se contaba el acuarelista Alexandre Cozens, durante un tiempo su profesor de dibujo; confidente y amigo durante toda su vida. La influencia de Cozens, gran viajero, parece decisiva en la fascinación del joven Beckford por Oriente —que le llevaría a estudiar persa y árabe, y a situar en este marco parte de sus relatos—; influencia, por otro lado, considerada excesiva por sus padres, que para ampliar sus horizontes deciden enviarle al continente, trámite obligado entre sus compatriotas acomodados. Sin saberlo éste será el principio de una existencia errante.
En 1777, coincidiendo con su regreso a Inglaterra, trabaja en la primera de sus obras conocidas, The Vision, fragmento, descubierto en 1929 por Guy Chapman, de una basta obra de ambiente oriental y temática iniciática, hoy perdida en su forma completa, que el propio autor en sus cartas titula Centrical Story. Esta pieza será la principal evidencia para los valedores de la implicación de Beckford en prácticas ocultistas, sugerido de forma ambigua y no concluyente en alguno de sus textos.
De carácter muy diferente son sus Memorias biográficas de pintores extraordinarios, publicadas anónimamente tres años después, en las que, a través de cinco deliciosas crónicas apócrifas, nos narra la vida de personajes que jamás existieron y satiriza, con humor y ácida burla, las diferentes escuelas artísticas de su época.
Por aquel entonces su platónico amor hacia un niño de once años, William Courtenay, aconseja a la familia promover un nuevo viaje del melancólico Beckford fuera de la isla. A partir de 1780, sin escatimar gastos y con todo el lujo de un príncipe, recorre Europa, deteniéndose especialmente en Italia, donde se le conoce la que será la primera de una larga lista de relaciones homosexuales, ahora sí consumadas.
Finalizado su viaje en abril de 1781 y otra vez en Fonthill, William Beckford empieza a construirse una leyenda mediante la fastuosa fiesta con la que celebró doblemente su regreso y cumpleaños, delirio escenográfico, fastuosa orgía de tres días de duración que selló su amor a la transgresión y vinculó su nombre definitivamente con el escándalo. Es en 1782, aún bajo el influjo de estas jornadas y también en tres días con sus noches —número demasiado afortunado para ser creíble, sospecho—, cuando redacta en lengua francesa Vathek, su obra más importante, una novela que fusiona la truculencia de la novela gótica con el colorido del cuento oriental, muy popular por aquel entonces en Europa, a partir de la publicación de Las mil y una noches, debida a Galland. Narra la historia del califa Vathek, nieto de Harún al Raschid, que tentado con grandes tesoros por Eblis, el demonio, se entrega a horrendas prácticas y sacrificios, y acaba encaminándose a los infiernos, imparable en su codicia, donde recibirá la condenación.
En 1783, aún inédita la novela anterior, publica dos volúmenes de correspondencia, bajo el título Dreams, Waking Thoughts and Incidents.
Beckford, pese a los escándalos recientes, parece desear congraciarse con la sociedad, adoptando una máscara más respetable. Se casa y pese a ello —quizás sea mejor decir gracias a ello, ya que su nuevo estado le abre puertas que antes le cerraban— reanuda, en 1784, su relación con William Courtenay. En esta ocasión su amor es algo más que platónico y sorprendidos en comprometida situación —algunos insinúan que todo fue propiciado para hundir su incipiente carrera política— se ve obligado, para huir del escándalo y el encarnizamiento de la prensa, a exiliarse a Suiza.
En su nueva residencia elabora la continuación del Vathek, que en esa época el reverendo Henley está traduciendo al inglés. Conocida como los Episodios, consta de cuatro relatos, las historias que los condenados cuentan a Vathek en su camino por los dominios de Eblis: Historia de Zulkaïs y Kalilah, Historia del príncipe Barkiarokh, Alasi y Firouzah y la Historia de Motassem, padre de Vathek. Beckford nunca dio a la imprenta estas narraciones, temeroso por su inmoralidad, y durante mucho tiempo se dieron por perdidas, hasta que en 1909 Lewis Melville las descubrió, autocensuradas.
Henley, en 1786, publicó la edición inglesa de Vathek, sin figurar el nombre del autor y como si se tratara de la traducción de un texto árabe. Beckford, que no la había autorizado, se enfureció justamente y patrocinó ese mismo año, una edición en francés, impresa en Lausana, ya firmada y con una nota en la que anatemizaba la versión de Henley. En 1787 se confecciona en París una nueva tirada, reparando los muchos errores e imperfecciones de la apresurada primera edición.
Entre 1787 y 1800, libre de ataduras por la muerte de su esposa, se dedica a viajar, primero por Portugal y España, dejándonos como testimonio sus Travel-Diaries (1928), su Italy, Spain and Portugal with an Excursion to the Monasteries of Alcobaca and Batalha (1956) y el Journal of William Beckford in Portugal and Spain (1954) —los lectores no angloparlantes pueden hacerse una idea con la recopilación, muy fragmentaria, Un inglés en la España de Godoy (1966)—; luego se instala en París, donde vive los días de la Revolución y llega a cultivar la amistad de alguno de sus líderes. Pese a su nomadismo, en este período todavía nos da dos obras: Modern Novel Writing, or the Elegant Enthusiast (1796) y Azemia, a Novel, containing Imitations of the Manner, both in Prose and Verse, of many of the autors of the present day (1798).
Con el cambio de siglo Beckford parece mudar también de actitud, quizá cansado de su constante vagabundear. Desde 1789 su mansión de Fonthill era objeto de una remodelación de estilo neogótico y en 1800 es inaugurada. Su dueño se retira a ella con sus libros, sus cuadros, su música, en vida de estricta soledad, dedicado sólo al disfrute estético. Sus días se tornan silenciosos, turbados únicamente por problemas económicos, que le fuerzan a vender Fonthill en 1824 y mudarse a una nueva casa más modesta. En su último retiro escribe el Liber Veritatis (1930), recordatorio de los orígenes nada laudatorios de los títulos nobiliarios ingleses, y Fruits of Concept and Flowers of Nonsense, volumen de variopinto contenido.
Aunque su imagen legendaria, casi satánica, había palidecido en sus años de madurez y vejez, William Beckford supo ser consecuente consigo mismo, hasta en su lecho de muerte, expulsando de la habitación al pastor protestante que acudía a ofrecerle el último consuelo. Eso ocurría en 1844.
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