…o como Disney hizo que dejáramos de preocuparnos y amáramos la Bomba
“Cuando mucha gente piensa en los átomos, piensa en bombas. Les enseñaremos los ilimitados usos pacíficos de la energía atómica”
(Walt Disney)
Para mediados de la década de 1950, la paranoia atómica estaba en su máxima expresión. Popularmente, la energía atómica era básicamente reducida a Hiroshima y Nagasaki y todo lo que eso implicaba negativamente. Pensar en usos positivos de la energía atómica era algo impensado para la mayoría de la gente en esos años. Lo cual tenía complicado al gobierno de Dwight Eisenhower, que estaba tratando de generar proyectos para el uso pacífico de la energía atómica. Incluso había organizado una campaña pública llamada “Atoms for Peace” (Átomos por la paz) para cambiar esta visión negativa de la energía atómica. Pero, para lograrlo, necesitaba que hubiese un comunicador nato que pudiera explicar esto a la gente de manera sencilla, confiable y creíble. Por suerte había una persona que cumplía con esos requisitos: Walt Disney.
La posición procapitalista, anticomunista y americanista de Disney era por todos conocida: desde la huelga de sus estudios en la década de 1940 (que merece una nota otro día), Walt era un febril cazador de rojos, colaborando activamente con el Comité de Actividades Antiamericanas en el período de caza de brujas y formando parte de la Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals, uno de los principales grupos de presión conservadores dentro de la industria cinematográfica. Además era un gran comunicador, dispuesto a arriesgar en medios poco explorados… como en esos años pasaba con la televisión, por ejemplo. Sus documentales sobre la naturaleza y la Ciencia eran un ejemplo de claridad y comprensión, explicando claramente a un público lego temas complejos.

El tío Walt en su versión no tan amigable: denunciando rojos ante el Comité de Actividades Anti Americanas
Además Disney era un convencido que la ciencia podía hacer un mundo mejor, si se aplicaba adecuadamente. Su visión de una sociedad ideal era la de un capitalismo amable, que ofrecía seguridades materiales a todas las personas y lugares para vivir cada vez más limpios, seguros y saludables. En ese sentido su visión era más “pro” que “anti”: creía que el capitalismo triunfaría sobre el socialismo demostrando que generaba mejores condiciones de vida para los hombres. Y para conseguir eso, aprovechar los avances científicos era de suma importancia. Como, por ejemplo, la energía atómica, una fuente de energía que se vislumbraba más duradera y poderosa y menos contaminante que las energías tradicionales.
Walt Disney decidió apoyar completamente el programa “Atoms for Peace” del presidente Eisenhower. Para realizarlo, necesitaba el apoyo de consultores científicos que pudieran ayudarlo a explicar de manera sencilla y comprensible para el público lego el proceso atómico. Por suerte ya tenía a ese consultor: el doctor Heinz Haber.
Haber era un doctor en física alemán que, durante la guerra, hizo trabajos científicos para la Luftwaffe (la fuerza aérea alemana). Una de las cosas que desarrolló fue un espectógrafo. Otra cosa que también hizo (al menos eso se dice) fue usar prisioneros de los campos de concentración de Dachau para experimentar sobre los efectos del vuelo en las personas. Cosas como los cambios de presión, los efectos gravitatorios, etcétera. Desde ya los prisioneros sobre los que se experimentaban terminaban habitualmente muertos y disecados en nombre de la Ciencia. Obviamente, esto nunca fue óbice para que Haber fuera uno de los científicos que la Operación Paperclip permitió emigrar a Norteamérica para participar en el desarrollo científico yanqui como inocentes profesores alemanes que nunca habían hecho nada más grave que hacer investigaciones teóricas. Para la década de 1950 trabajaba en la universidad de California y se había convertido, junto con Werner von Braun y Willi Ley, en uno de los más interesantes divulgadores científicos de la época. De hecho ya había colaborado con Disney en un documental sobre la conquista espacial que había sido muy exitoso.

Eisenhower visitando una instalación atómica, de esas que tenía preocupada a la gente y a la que le venía bien calmar con un especial del tío Walt
Por este motivo, Haber fue el encargado de escribir un libro sobre cómo cómo la ciencia había desentrañado los misterios de la energía atómica. Editado por la Western Publishing –que desde hacía años tenía una muy fuerte relación con Disney, publicando por ejemplo todos sus comics –, el libro de haber estaba profusamente ilustrado por muchos artistas de Disney, con un estilo muy moderno que se complementaba admirablemente con el ágil relato de Haber. Pero el producto daba para más y Walt decidió hacer otro especial televisivo versionando el libro. Ambos funcionaban simbióticamente, aportando uno datos que el otro dejaba fuera y persiguiendo ambos el mismo fin. Dirigido por Hamilton Luske, un veterano animador de los estudios Disney y estrenado el 23 de enero de 1957 dentro del programa Disneyland, Our Friend the Atom (o Nuestro Amigo el Atomo como lo conocimos en español) se convertía en un éxito de público y crítica.
Continuará…
Pingback: Nuestro amigo el átomo (parte 2) | Arboles Muertos y Mucha Tinta
Pingback: Editorial: Memoria y balance 2015 y lo que se viene | Arboles Muertos y Mucha Tinta