Asesinos de papel

asesinos de papel

Autores (antologadores): Jorge Lafforgue y Jorge Rivera

Edita: Calicanto, Buenos Aires, 1977

Seamos claros: esta es una antología fundamental para la comprensión del género policial en Argentina. El artículo introductorio de ambos autores contando la historia local del género continúa siendo inevitable a la hora de trabajar sobre el tema. Y las mini entrevistas a tipos como Borges o Marco Denevi sobre el tema siempre son interesantes de revisar. O sea, es un libro que, solo por su peso específico en el estudio de la literatura popular argentina de esos años merece tenerle respeto, siquiera como antecesor histórico.

Yendo ya a los relatos, digamos que la selección en balance es más que satisfactoria, eligiendo autores de todos los períodos de la narrativa argentina. Y lo primero que salta a la vista es el tono humorístico que se desprende de la selección. Hay relatos con un remate sarcástico que tira toda la deducción por la borda (“El triple robo de Bellamore” de Horacio Quiroga), sátira política apenas escondida (la fábula antiperonista de “El general hace un lindo cadáver”, un relato de humor negrísimo de Enrique Anderson Imbert), costumbrismo de humor amable (el maravilloso “La pesquisa de don Frutos” de Velmiro Ayala Gauna) y parodia pura y dura (“El botón del calzoncillo” de Eustaquio Pellicer y “Nuevas aventuras del Padre Brown”, un pastiche clavado a Chesterton de Conrado Nalé Roxlo). Todos de un modo u otro tienen el humor como elemento clave. No sé si es como deformación de los autores o porque efectivamente para el argentino el humor es un elemento constitutivo.

Por supuesto los cuentos “serios” también son en general interesantes. Tanto el “Cuento para tahúres” de Rodolfo Walsh, como “Las señales” de Adolfo Perez Zelaschi (un autor policial que merece rescatar del olvido) y el muy “noir” “Orden jerárquico” de Eduardo Goligorsky son tres joyas breves y brillantes.

De hecho solo hay un cuento que me resulta relativamente poco interesante aquí: “La mosca de oro” de Leonardo Castellani, que tenía que incluirse por la importancia de su personaje, el padre Metri, versión criolla (y más reaccionaria) del padre Brown. No puedo evitar sentirle el tonito de predicación que le arruina la historia.

Y después está “El perjurio de la nieve”, posiblemente el relato más interesante de ese parásito borgeano llamado Adolfo Bioy Casares. Porque el relato es excelente, pero con esa explicación fantástica posible que lo deja tan borderline… no se si me cierra para tener en una antología representativa. Pero bueh tampoco es tan complicado

En fin, este libro se ha ganado merecidamente su fama de clásico. Para empezar a leer al género policial argentino vale mucho pero mucho la pena.

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