Autor: Arthur Machen
Traductor: Francisco Torres Oliver
Edita: Siruela, Madrid, 1988
Aunque admiro a Machen, por esos azares de la vida, que muchas veces te hacen anteponer inadvertidamente lo inmediato a lo importante, he dejado dormir durante muchos años en las estanterías una novela que publicó Siruela y tradujo el maestro Torres Oliver: La colina de los sueños.
Quizá causará extrañeza a quienes conocen solo su faceta como autor de prodigiosos relatos de horror, pues en esta ocasión se ocupa en una novela de claros componentes autobiográficos. Pero la diferencia con el resto de su narrativa se descubre aparente. Sin ser una historia de terror, contiene pasajes estremecedores que provocan una honda inquietud; sin ser fantástica, destila una mirada mágica de la existencia muy propia de su imaginación céltica. Su prosa es intensa, abrumadora y minuciosa, sin renunciar nunca a la belleza, y en ocasiones, durante la lectura, me he visto obligado a cerrar el libro y mis ojos para escapar a pasajes que me herían profundamente.
Siendo una obra cuyo tema más importante es la persecución del ideal y el amor obsesivo, casi enloquecedor, por la literatura, agradará en especial a otros escritores, quienes sin duda se sentirán reflejados en los tormentos de su protagonista. Machen, a través de la ficción, expone aquí una confesión que rebosa franqueza, utilizando para ello su más sagrado sacramento: una novela que, incapaz de ganarse el aplauso del gran público, aspira al menos a la verdad.