Tercera y última parte de esta nota que fuera publicada originalmente (años ha) en la revista La Cosa. Para leer la primera parte vayan aquí . La segunda parte, vaya aqui
Para agosto la situación estaba bastante clara: Disney tendría que negociar sí o sí con los huelguistas y aceptar la mayoría de sus condiciones. Pero Walt no era la persona ideal para esto con su carácter temperamental, paternalista y, sobre todo, obcecadamente ciego para aceptar la derrota. Así que el día 17 de ese mes partió en un tour de buena voluntad por Sudamérica, funcionando como una suerte de embajador extraoficial de Estados Unidos (en un momento en que la participación de los yanquis en la Segunda Guerra comenzaba a volverse algo inminente y por eso con necesidad de tener a sus vecinos sudacas en sintonía política), pero que también sirvió como excusa para sacarlo del medio en el momento de negociar. Walt se fue, no sin antes decir en una entrevista que la situación lo había desilusionado y descorazonado.

Walt se hace el gaucho en Sudamérica , en su gira de buena voluntad (que además sirve para que se arregle la huelga con él fuera)
Sin él se llegó rápidamente a un acuerdo donde se consiguieron la mayoría de las condiciones reclamadas. Muchos, inclusive Art Babbitt, fueron contratados nuevamente. Pero en cuanto volvió Disney, la presión interna para sacarse de encima a estos indeseables se hizo notoria y entonces varios empleados buscarían otros lugares donde trabajar (como explicamos más arriba). El propio Babbitt terminaría negociando su renuncia en 1947 y se iría a otro lado.
Las consecuencias de esta huelga repercutirían no sólo en el estudio, sino en toda la industria. Internamente, los estudios Disney perderían a una gran cantidad de gente creadora. Pero sobre todo, el lugar se convertiría en otro estudio de animación más. La mística creadora que movía a la gran mayoría de los artistas que trabajaban allí durante los 30 se perdió irremediablemente. De hecho, los 40 fueron una década terrible. Sus largometrajes post paro, con la excepción de Dumbo (1941), que se terminó con los huelguistas en la puerta, resultaron fracasos- como Bambi (1942) o tibios éxitos en la taquilla. Y lo peor es que después de Bambi y hasta Cenicienta (Cinderella, 195O), los largometrajes serían productos mediocres que no ganarían el aplauso unánime de la crítica (como pasaba antes).
También la ideología de Disney se modificaría sensiblemente por obra y gracia de la huelga. El conservadurismo populista de sus inicios mutaría en un conservadurismo defensor del «status quo» capitalista, rabiosamente anticomunista. No por nada Disney sería uno de los miembros más importantes de la Motion Picture Alliance for the Preservation of American ldeals, el principal grupo dentro de la industria que apoyó la caza de brujas en Hollywood durante los 50. Disney siempre estaría convencido que la huelga de 1941 fue producto de la manipulación comunista. Y actuaría en consecuencia y sin remordimientos más tarde.

Disney ante el Comité de Actividades Antiamericanas en la decada de 1950, denunciando a los bolches que le hicieron la huelga en 1941
Pero tal vez el efecto más grande del paro haya sido la aparición de la United Productions of America, más conocido como el estudio UPA. Fundado y lleno de trabajadores que habían participado del conflicto de 1941, la UPA y su estilo de animación nuevo y osado, donde predominaba el diseño no realista, revolucionó la técnica de una manera que no ocurría desde comienzos del sonoro… cuando Disney y sus primeros cortos de Mickey y las Silly Simphonies cambiaron el lenguaje del dibujo. Ese tal vez sea el resultado más irónico del conflicto: fue el que plantó las semillas de la nueva revolución animada.
Una revolución en la Walt Disney sería sólo un espectador.
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