Es tarde para lágrimas (Pound of Flesh, 1953)

Autor: Simms Albert

Colección: Apasionada nº 3

Edita: Calypso, Buenos Aires, 1957

Una de las cosas interesantes que trae leer estos libros olvidados, esta literatura de derribo que es la base desde el inicio de este blog, es encontrar en ellas el trasfondo social e ideológico que trasuntan las novelas y ver cómo ha cambiado este en el tiempo. Sesenta años atrás, por ejemplo, publicar un libro que en el fondo se la pasa diciendo que las mujeres de carrera son trepadoras amorales que usan el sexo como arma de crecimiento personal a toda costa, aunque en el fondo lo que quieren es un tipo que la ame para sentar cabeza, no era un problema. Obviamente un libro así hoy día no sería aceptable excepto en círculos absolutamente misóginos, pero en aquellos años no parecía ser inconveniente, al menos a la hora de publicarse como literatura popular. No es muy difícil hacer la inferencia que esto era posible porque este tipo de pensamiento tenía mucho más apoyo entonces que ahora. Lo cual, en lo personal, se agradece.

Yendo a lo estrictamente literario, el libro es una de esas novelas de posguerra que aúna erotismo suave (que hoy no escandalizaría a nadie pero era “risque” en esos años, otra diferencia social) con una trama criminal que siempre termina con la mujer siendo culpable. Escrito eficientemente, para pasar el rato, sin nada muy delirante pero tampoco nada demasiado brillante. Una hamburguesa literaria más. Y una ni siquiera muy apetecible. De su autor no he descubierto nada en Internet, así que sospecho que o es un seudónimo o es alguien que no tuvo una carrera muy larga.

Como claramente esta reseña no los motiva demasiado a salir a buscar el libro en librerías de viejo, hagamos un resumen de la trama para ahorrarles el proceso. Kitty Sanders trabaja en una agencia de publicidad a la que llego usando sus dos talentos principales, el izquierdo y el derecho. Es la amante del jefe hasta que a este le da un ataque al corazón llegando a su casa. Kitty para evitar el escandalo lo sube a su auto y lo deja allí, aparentando que allí tuvo el ataque. Pero necesita conseguir un trabajo nuevo. Y se contacta con Moose Willard, el dueño de una empresa, hombre hecho a si mismo y un hijo de puta tiempo completo. El tipo no tiene problema en contratarla en su departamento de publicidad, con la cláusula extra que le toca ser su amante. Y kitty se vuelve su posesión. Le guste o no. Incluso aunque conoce a otro publicitario que la deja loca. Y el resto de la historia tenemos a Kitty debatiéndose en ser la amante de un tipo hijo de puta o seguir al amor y quedarse sin ni un peso. Y, como es materialista y codiciosa, no hace LO CORRECTO: casarse y ser ama de casa de su amorsh. En el medio termina liada con el cuñado del jefe, que también trabaja en el departamento de publicidad, un tipo alcohólico y débil que nunca se ha enfrentado a su jefe pero que es buena gente. Y todo termina mal cuando el jefe descubre a su cuñado y su amante mientras visitan a la esposa (y hermana) y reclama los derechos de pernada exclusiva boxeando salvajemente al cuñado. Para salvarlo, Kitty le pega un tiro y se escapa. Le pide ayuda al amor de su vida para escapar, pero él la entrega a la cana. Porque, en el fondo, una mujer así merece expiar sus culpas vieron. No que haya detenido a un tipo brutal de hacer mierda a otra persona.

Insisto, si van a meterse en este libro, háganlo con animo sociológico, para ver cuanto cambió la representación de la mujer en la cultura popular.

Antes de irme, dos datos extra: primero , las ilustraciones interiores son particularmente buenas, dibujadas por José Clemen, uno de los autores clásicos de la historieta argentina de mediados del siglo XX. Limpias, estilizadas, y con un toque sensual que no se ve seguido en estos libros. Segundo, el traductor es “Eduardo Golly” ¿Sería Eduardo Goligosky? No me asombraría.

Pánico a flor de piel (Panique a fleur de peau, 1960)

Autor: André Lay

Colección: Débora nro. 56

Edita: Malinca, Buenos Aires, 1961

Hillen ha sido contratado por el magnate cinematográfico Herbert Creston para que vigile a su esposa Helena. Ella ha sido diagnosticada con trastornos de personalidad y Herbert quiere que un psicólogo como Hillen la vigile discretamente, haciéndose pasar por su valet. Pero la cosa no es tan simple: Helena es una mina astuta, jodida y muy hermosa. Así que en menos de lo que decimos “femme fatale”, Hillen está metido en una lucha de poder entre marido y mujer (porque Herbert también tiene planes). Una lucha que termina en crimen y en que el psicólogo tiene todos los números de ser el jamón del sándwich… Un jamón que puede terminar freído eléctricamente…

Este es uno de las innumerables novelas policiales de André Lay, uno de los prolíficos autores franceses que publicaron en la serie francesa Fleuve Noir, una de las colecciones más señeras de la literatura popular policial francesa de la posguerra y claramente una de las principales fuentes de novelas de la editorial Malinca (junto con las novelas publicadas en Inglaterra en la inmediata posguerra). Y es una novela típica, bien llevada, con dos personajes muy divertidos como son el comisario Debaker y su ayudante Robin, ambos dotados de cierto sarcasmo brillante en sus frases. Sin ser un clásico, es un policial sólido con ciertas dosis de suspense y escrito agradablemente. En fin, un pasa páginas bastante digno.

La Atlántida (L’Atlantide, 1919)

Autor: Pierre Benoit

Edita: Pharos, México D.F., 1945

Pierre Benoit (del que hablamos alla hace mucho tiempo, en los inicios del blog) es uno de esos ejemplos de autores cuyo éxito en vida no se ha convertido en perdurabilidad post mortem. El porqué de ello está más allá de esta reseña. Lo cierto es que –sobre todo en el período de entreguerras- su éxito fue notable. Sin embargo hoy por hoy casi no se lo recuerda. Y cuando eso ocurre se debe principalmente a esta novela.

La Atlántida cuenta la historia de dos oficiales franceses en misión científica al Sahara, quienes terminan en el mítico reino de la Atlántida. Porque la Atlántida nunca estuvo en el mar, sino en el centro del desierto, en medio de los tuaregs. Y allí quedarán prendados de la reina del lugar, Antinea, femme fatale en la estela de Ayesha, de la que todos los hombres se enamoran hasta no poder vivir sin ella. El destino de todo amante de Antinea es ser convertido en una estatua de oro y pasar la eternidad en un salón junto a las estatuas-cadáveres de los otros antiguos amantes. Y la inevitabilidad de ello parece completa. Incluso la huida de uno de ellos (que será el narrador de la historia y que, por orden de Antinea, matará al otro hombre casi inconscientemente) solo asegura que volverá.

Dentro del subgénero del “mundo perdido”, La Atlántida es un clásico. Pese a su evidente dependencia argumental de Ella de Rider Haggard, la novela de Benoit hace muy bien lo que toda novela de este subgénero tiene que hacer, o sea convencernos de la factibilidad de la existencia de dicha civilización perdida. Y Antinea como Diosa-Que-Ama-y-Mata-A-Los-hombres funciona bien.

Definitivamente, si están interesados en el subgénero de mundos perdidos, no pueden dejar de leer está novela.