Kung fu por una rubia

karate para una rubia

Autor: “Peter McCoy” (¿seudónimo de María Purificación Carré Sanchez?)

Colección: ¡Kiai! N°39

Edita: Bruguera, Barcelona, 1977

Tenemos dos primos  hijos de occidental y oriental. Uno es un detective privado, al que toda mujer se derrite. El otro es un inescrutable maestro de las artes marciales. Ambos son expertos luchadores. Ambos tienen en conjunto una tienda e antigüedades cuya secretaria es una rubia muy boba que tiene un cuerpo infartante.

Cuando llega sin querer un cargamento donde, escondido en unas artesanías sin valor, aparecen unas valiosas gemas tibetanas, el lugar es atacado por la banda dirigida por el Escarabajo Cojo, un experto ladrón de guante blanco. Mejor dicho, ladrona. Que no tiene mejor idea que secuestrar a la secretaria rubia para chantajear a los primos para que le den a cambio las gemas.

El resultado es… la verdad una novela letárgica, donde no pasa nada. Algunas peleas inconsecuentes, seguida de encierros y liberaciones intrascendentes. La secretaria rubia es una IDIOTA con palabras mayúsculas, una rubia boba que sufre del Síndrome Dale Arden (la novia de  Flash Gordon, esa que solo sabe ser capturada y gritar) y la villana es la típica villana que no puede dejar de calentarse por el héroe, por muy idiota que este sea.

Y el nivel de sexismo hoy sería inviable. Fíjense en esta frase:

“”Pero Betty (la secretaria) era algo sagrado para Mark (el detective privado). Jamás se atrevería a ofenderla”

“A veces le tiraba un sabroso pellizco en sus redondeces posteriores o se le escapaba la mano en una caricia un tanto atrevida…”

“Pero sin intención de ofenderla. De eso nada”

La excusa perfecta para el juicio laboral por acoso sexual: le metí mano pero no quería ofenderla.

Lo gracioso es que, por lo que creo, el seudónimo esconde a una prolífica autora de novelas románticas españolas (tengo mis dudas porque todos los sitios indican que usaba le seudónimo McKoy con K, asi que puede que sea otra persona).

Una novela que podía aparecer solo en unos años donde la manía por las artes marciales estaba a pleno.

Hoy por hoy es otro ejemplo de árbol muerto innecesariamente en nombre de la industria cultural.

Mañana es asesinato

mañana es asesinato

Título original: Tomorrrow is Murder (1960)

Autor: Carter Brown (seudónimo de Alan Geoffrey Yates)

Colección: Caimán n° 217

Edita: Diana, México, 1962
Está bien empezar a postear aquí con una reseña de un libro de Carter Brown. Quienes me vengan siguiendo desde mi blog anterior sabrán que para mí, Carter Brown es el paradigma de lo que debe ser un escritor de novelas populares: escritor de novelas ligeras, entretenidas, sin más que pretensión que el entretener (que no es una pretensión menor, se los aseguro).
Dentro de estos parámetros, Carter Brown es una lectura fabulosa, un tipo que produce libros que matan el rato sin sufrir. Las páginas de sus novelas habitualmente se pasan velozmente, dejando el placer de unas horas bien empleadas en el pasatiempo. Eso sí, no le pidan profundidad filosófica o siquiera realismo: sus ciudades americanas, sus detectives privados, sus mafiosos, sus rubias seductoras salen todas de la novela negra mítica, sin una relación directa con la realidad, como corresponde a un autor que escribe ambientaciones en Estados Unidos viviendo en Australia. O sea haciendo una suerte de autoreferencialidad pop sin conciencia de ello.
Esta novela me intrigaba particularmente por ser una en las que aparece la única protagonista femenina de CB: Mavis Seidlitz. Seidlitz es la definición clásica de la Rubia Boba de los chistes para revistas para hombres de esos años: con un cuerpo que deja a los hombres babeando y un cerebro ausente con aviso la mayor parte del tiempo. Señoritas feministas, perdónenla a Mavis: es un producto de su tiempo.
La trama pone a mavis a proteger a un tipo al que públicamente una adivina ha dicho que morirá al día siguiente… lo que ocurre en día y fecha. Y claro ahí empieza la intriga de quién lo hizo, con Mavis realmente entendiendo poco y nada y las cosas resolviéndose un poco pese a ella.
Sí, es un libro de humor machista y políticamente incorrecto. Sí, Mavis tiene básicamente aire por cerebro. Sí, hay momentos de humor decididamente forzado. Y sin embargo se sigue leyendo sin sufrir. Las vueltas y revueltas para descifrar el caso siempre dejan en vilo al lector lo suficiente para seguir avanzando pese a todo. Y Carter Brown avanza a toda velocidad llevando al lector por las narices con su estilo ágil, lo suficiente para que le lector no se preocupe por ver si en el avance se cae en alguna incoherencia. El objetivo es que pase páginas y no sufra. Y en eso, el autor es un experto.
Y además, por todo el machismo e incorreción política exhibida, Mavis nunca es una tonta total. El tono de humor “tongue in cheek” que permea cada página la hace mucho más digerible. Brown sabe que es un chiste y nos lo recuerda continuamente. Podes reírte o indignarte. Pero me parece que indignarte es la respuesta equivocada.
No es la novela que más me ha gustado de Brown, justamente porque su protagonista reacciona antes que actuar (como pasa con los protagonistas masculinos de Brown). Pero tampoco es una mala lectura. Amenizó el viaje del trabajo a casa y viceversa. Nunca me costó pasar las páginas. Eso era lo que uno tiene que esperar acá. Y eso es lo que Carter Brown siempre cumple con creces.