El Compilador Digital presenta El Desvan del Abuelito segundo semestre del 2010

Si, señores. El Compilador Digital trae una nueva entrega de El Desvan del Abuelito, recopilando todo lo que ese fantastico blog publicó durante el segundo semestre del 2010. Porque hay material en la web que hay que rescatar como corresponde. Para poder leerlo con calma en el dispositivo de su gusto, le damos tres opciones de lectura: PDF, epub y mobi. Totalmente gratuito. Todos juntos en un mismo archivo rar que puede descargar yendo a este link.

Y si quieren los números anteriores, solo tienen que ir al apartado de este blog que esta siguiendo este link (o arriba donde dice El Compilador Digital, quen o es que se lo queremos poner dificil.

¡Pasen , descarguen y lean, pardiez! Que el Abuelito se lo merece

 

Justicia a tiros

Autor: TexTaylor (seudónimo de Mario Calero mentejano)

Colección: Bisonte nro. 120

Edita. Bruguera Argentina, Buenos Aires, 1957

 

Glenn Kirk Llego a Nogales y se encontró con una guerra entre dos pandillas. Y aparentemente es un pistolero listo para venderse al mejor postor. Pero en realidad tiene el objetivo de deshacerse de ambos y restablecer la ley y el orden en la ciudad. Y lo hace, a tiro limpio, como dice el título. En el medio peleas, un romance con una chica del lugar del que queda prendado, una femme fatale que termina llevando a cabo una escena de tortura muy sádica para la época, un rescate de serial cinematográfico y mucha gente que cae muerta por los disparos de nuestro protagonista. Mucha. Parece un eurowestern desaforado

Del autor ya habíamos reseñado otra novela suya en el blog y mantiene el tono de acción sin parar a costa del argumento. Un buen western serie B para leer sin culpa. Hamburguesa literaria con sabor del Oeste.

El fanfarrón (1948)

Autor: “Alan Richmond” (seudónimo de ¿?)

Colección: Bisonte nº 11

Edita: Bruguera, Barcelona, 1948

Década de 1920. Larry Carver es un exitoso y osado periodista en Chicago, que hace lo que sea por la noticia, como descolgarse por el exterior de un rascacielos para entrevistar a un capo mafia escondido. También es un fanfarrón de cuidado. Como por culpa de ese reportaje se la tienen jurada, decide hacer mutis por el foro y dirigirse a un pueblito olvidado del Oeste. Ahí se encuentra que el dueño de la taberna es además literalmente dueño de la zona, sheriff inclusive; que hay una chica hermosa que le atrapa el corazón; y que la casualidad lo lleva a tener por herencia la clave para poder derribar al malévolo dueño de la zona. Pero además se topa conque el mafioso que lo persigue es (casualidad de casualidades!) el proveedor del dueño de la taberna… y justo anda por ahí escapando de problemas.

Esta es una de las primeras novelas de bolsillo (bolsilibros para los amigos) del género western que Editorial Bruguera lanzará al mercado en la España de Franco. Demás está decir que esta será una de las colecciones claves del género en la literatura de quiosco por varias décadas, tanto en España como Hispanoamérica.

Respecto a esta novela en particular, tiene algunas cosas que me llamaron la atención. Por un lado que sea en un Oeste moderno (y que de hecho empiece como una de gangsters) me sorprendió. Por otro el nivel de violencia: no es solo que se disparen y se maten sino la facilidad con que lo hacen tanto malos como buenos. Tercero que la ayuda final venga de un mafioso “amigo” sin que sea un problema ético para el muchacho: es como para que para matar a Al Capone , el héroe pidiera la ayuda de Scarface y no tuviera ningún dilema moral. Y obviamente, o que juega ne  contra es las coincidencias: justo el héroe es el heredero del os pastos que solucionan todo el problema, justo es amigo del gobernador, justo se lleva bien con el mafioso rival del gangster que lo persigue. Muchos deux ex machina si me preguntan. Eso si, no esa mal escrito y se puede leer.

NO se quien se esconda detrás de “Alan Richmond” (¿alguna ayuda por ahí?) pero digamos que, si esta novela es representativa, nos hallamos ante uno de los miles de escritores de novelitas de a duro que no llaman mucho la atención. Una de vaqueros mas, en síntesis.

Linchando villanos a paraguazos

Huía pero lo tenían rodeado. Una multitud furiosa venia corriéndolo con todo lo que tuvieran a mano, ansiosos de hacer justicia. Hacerle pagar por tantas crueldades horrendas… Ya lo tenían. Pero la intervención policial lo salvo por poco, a los ponchazos

Claro que igual le quedaron unos cuantos magullones al maldito canalla… de la compañía de teatro ambulante.

Ahora podían respirar tranquilos los actores: casi se quedan sin malo.

Otra vez.

Chispazos de tradicion, la revista que traía los guiones del radioteatro

¡LEÑA, LEÑA! QUE NO SE ESCAPE!!!

Seguramente todos hemos escuchado o leído alguna vez sobre algun episodio similar. Podría haber pasado en cualquier lugar del mundo.

Pero en Argentina pasó muchas veces. Muy especialmente en la llamada época de oro de los radioteatros, cuando se vivió una interacción irrepetible de ficción y realidad. Porque, después de hipnotizar a un pueblo entero con estas historias de éxito inimaginable, la compañía de teatro ambulante llegaba al pueblo poniendo en contacto al público con los buenos adorados y con los malos odiados…

Entonces, lector, ocurría un fenómeno muy extraño que -al menos para mí- no tiene aún ninguna explicación convincente: el actor era atacado como si fuera el villano de verdad

Y, en este tema, antes de leer nada, escuché el testimonio de mi abuela, que vivía en un pueblito de campo y fue testigo presencial.

Pensemos en el fervor que producían estas historias absolutamente maniqueas. Malo malísimo Bueno buenísimo. Nada de jorobar con matices psicológicos. Peleas entre buenos y malos recreando una especie de Far West criollo. Y todo mezclado con elementos típicos del folletín decimonónico en forma totalmente desatada: damiselas indefensas victimas de malvados, acusaciones injustas, identidades secretas, hijos robados y hasta malditos capaces de golpear a sus pobres madres (uno de ellos llamado Fachenzo, sin intención politica, creo)

El elenco de Chispazos de tradición

Los débiles, niños, ancianos, pobres y desvalidos sufrían horriblemente los abusos del malo, hasta que, luego de infinitas vueltas rocambolescas y de la intervención del héroe llegaban al final feliz que ponía, efectivamente, felices a todos.

En esa época, la casa del afortunado que poseía radio era invadida por unos cuantos vecinos ávidos del próximo capitulo y no era cosa de negarse. Lo bueno es que, como excusa, solían traer facturas o bizcochitos para el mate. Se armaba así una atmosfera de partido de futbol. Con tanta gente apretujándose alrededor del aparato, aplaudiendo, riendo, gritándole improperios al malvado. Que lógicamente no los escuchaba.

Hasta ahi todo bien

Pero cuando había gira, los directores ya sabían que el problema mayor era la banda de lugareños que esperaban al malísimo a la salida para hacerlo “arrepentir».

No ocurría solo en estas pampas: en el Uruguay -donde era famosa la compania de Omar Abue- se sabía de este problema nada pequeño para resolver… El malo era odiado con toda fidelidad por la enardecida audiencia. De hecho un actor que paso poco a poco de héroe a villano fue un día casi linchado a morir. Debio huir y esconderse.

En un principio estas anécdotas parecen divertidas pero luego resultan inquietantes, incluso alarmantes si se reflexiona sobre ellas. Los protagonistas no eran chicos » nerds» como hoy podríamos decir. Eran personas comunes, buenos vecinos del pueblo. Que de pronto ya no veían la realidad, la cambiaban. Daban un salto a la locura revelando que alarmantemente frágil es la cordura de la gente, incluso de la gente que nos cruzamos todo el día.

En esta época de oro existió un radioteatro muy querido, que realmente paralizaba el país. Los comercios ofrecían receptores de radio que el cliente podía escuchar mientras consumía… única forma de no perder clientela a lo bestia.

Se llamó CHISPAZOS DE TRADICION. Y como podemos imaginar, era de tema gauchesco. Se trasmitió desde 1931 hasta 1936 por RL3 Radio Nacional y posteriormente por LR 2 Radio Belgrano. A las 18 horas, cuando se detenía el país. Su creador fue el dramaturgo, guionista y director teatral Andres Gonzalez Pulido.

Para dar una idea de la intensa participación de los oyentes, es interesante saber que la emisora recibía miles de cartas opinando con cuál de las damitas jóvenes debía casarse su héroe Churrinche. La cosa creció hasta tal punto que se organizó una votación, en la que ganaría la damisela más votada. Toda una anticipación del “Fanservice”. O de los finales alternativos escritos hoy en día en la red, por ejemplo para Harry Potter.

Los personajes de Chispazos de tradición en una caricatura de la epoca

Claro que con igual fervor se odiaba al villano. Y las compañías de actores tomaban precauciones para que no saliera herido, aunque no se evitara los abucheos. Porque era un sentimiento muy intenso

Veamos este incidente, recordado por el héroe simpático «Churrinche» en la extensa nota que le dedica la revista “Todo es historia” en su número 155 (Abril de 1980) al fenómeno “Chispazos”:

«Actuábamos una vez en un cine de la calle Medrano, con una sala repleta de público. Y yo tenía que enfrentar al que hacía de traidor alevoso…”

Sigue contando que lo ataca con el talero (aclara que de utilería). Imaginemos el momento apoteótico: El héroe simpático y querido despatarra a talerazos al maldito hijo… del radioteatro. El villano se desmoronó estrepitosamente todo lo que pudo para darle el mayor realismo al asunto, ante los rugidos de la multitud. ¡¡Inolvidable!!

Unos días más tarde, una señora que no quiso revelar su identidad, le regalo a Gonzalez Pulido un valioso reloj de oro y a «Churrinche» un alfiler de corbata de lo mismo, que más tarde, el actor convirtió en un anillo, acaso deseando lucir siempre tan conmovedora muestra de admiración. Sobre todo si se trataba de una espectadora humilde y los obsequios resultaban un gasto importante para ella:

¿Por qué semejante muestra de generosidad?

«Este es mi regalo por haber terminado con ese maldito canalla» fue la emocionada explicación.

Andrés Gonzalez Pulido, el creador de Chispazos…

Una vez más, este extrañísimo fenómeno, porque si bien era muy cierto que podía agradecerle a Pulido el final del «maldito canalla» también era verdad que debía culparlo de todas sus canalladas, ya que el autor ¡¡había escrito el guion!! No sé ustedes, pero a mí el incidente protagonizado por la señora me resulta más inquietante aun que la locura momentánea de los linchadores.

Esta señora tuvo tiempo de reflexionar

Evidentemente, vivía una vida normal en todo, pero con su ficción favorita, vivía en otro mundo…

Era realmente fundamental para su vida que el malvado fuera castigado.

¿Cómo diferenciamos ficción de realidad? ¿Cómo nos damos cuenta cuando alguien ya niega la realidad, hipnotizado totalmente por una historia?

No encontré un estudio serio y a fondo de estos casos. Hallé en cambio, más ejemplos de los que pueden entrar aquí. Si el lector conoce alguno, me encantaría leerlo: se trata de un fenómeno casi siempre tomado como anécdota divertida sin más. Personalmente me deja reflexionando sobre la fragilidad de nuestra sensatez para captar el mundo.

Ojo, que el fenómeno no era nuevo. El auge de la radio lo potenció: la radio tiene un enorme poder para impactar en nuestra mente. Basta recordar las catástrofes demenciales provocadas por “La guerra de los mundos» de Orson Welles.

Pero no eran los primeros casos

Mucho antes de que existiera la radiofonía, existía nuestro circo criollo que ofrecía en su parte teatral, casi siempre la historia de un gaucho matrero, peleador, rebelde a la autoridad injusta. Idolatrado por la gente de campo, que lo consideraba una especie de Robin Hood. No se sorprenda de que el bandido sea el héroe… En ese tiempo la gente humilde de campo no la pasaba bien con los poderosos: levas forzadas y todo tipo de abusos no hacían a la autoridad demasiado simpática que digamos.

aviso del circo Podestá y uno de sus personajes: Pepino el 88

El más célebre de estos matreros se llamó Juan Moreira y era llevado a la escena por los hermanos Podestá, basándose en el exitoso folletín de Eduardo Gutierrez (que autorizó la versión de los Podestá, que quede aclarado). Moreira era querido y su matador el sargento Chirino (que para colmo lo ensartaba con una lanza por la espalda) era despreciado. Cuando pasaba eso, Moreira decía:

«A traición, cobarde. Cómo se ve que sos justicia (policia)»

Y este era el momento peligroso, ya que era muy probable que algún enardecido grupo trepara al escenario facón en mano para vengar la muerte del protagonista»

Este tema fue discutido algunas veces, centrando el debate en la incapacidad del público campesino y primitivo para comprender el hecho teatral, la representación o solamente comprenderla en parte. Hoy sabemos que un fan puede olvidar la realidad en la red pese a no ser primitivo y tener plena conciencia de los medios de comunicación.

Un folleto recopilando el folletin Juan Moreira de Eduardo Gutierres

Esta controversia aparece sobre todo, a raíz del éxito enorme del “Fausto criollo» o simplemente Fausto escrito por Estanislao Del Campo en 1886. Año en el que se presenta en nuestro teatro Colon la opera Fausto de Gounod, basada en el poema de Goethe.

En la noche del estreno está presente su autor, quien crea al personaje de Anastacio el pollo, gaucho que llega a la platea por error y a los empujones, sin tener idea de lo que es una ópera y casi muere del susto al ver en el escenario al diablo (bueno, al actor disfrazado). Esa misma noche esbozó el tema, editándolo poco despues. Fue un éxito instantáneo. La confusión del pobre Anastacio hará reir a todo Buenos Aires. Ademas narra todo el guion de la obra en su lenguaje gauchesco y convencido de que todo es verdad. Si puede no se la pierda lector. Aunque hoy se la está considerando políticamente incorrecta porque se rie de la confusión de un pobre campesino.

Pero la controversia mayor era esta: ¿Es verosimil que el gaucho reaccione de esta manera? Jorge Luis Borges asegura firmemente que si: En su prólogo a Fausto (Bs As ed. Nova, colección Mar dulce, 1946) hablando sobre el tema afirma que tales confusiones eran perfectamente posibles dada la incomprensión del hombre de campo en una cultura primitiva donde no existía el hecho teatral

Juan Moreira, la obra

Y siguiendo a Borges, veamos esta anécdota publicada en 1911 en la revista argnetina Caras y caretas:

«Por aquellos años, los Podesta recorrían la provincia representando piezas gauchescas. En casi todos los pueblos, la primera parte correspondía al Juan Moreira». (La especialidad de la casa, digamos). Sin embargo, al llegar a San Nicolas, juzgaron de buen tono, anunciar la obra HORMIGA NEGRA. «Huelga recordar que el epónimo habia sido en sus mocedades, el matrero más famoso de los contornos». Más o menos como ir a Suiza y ponerse a representar Guillermo Tell para ganarse el corazón de los espectadores.

Por lo tanto, se hicieron los preparativos, se publicito la obra, se pusieron los carteles anunciadores pero… la víspera de la función, un sujeto entrado en años, más bien bajo, trajeado con aseada pobreza, se presentó en la carpa:

  • Andan diciendo – dijo- que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va a decir que es Hormiga Negra. ¡¡Les prevengo que no van a poder engañar a nadie porque HORMIGA NEGRA soy yo!!

 

El verdadero Hormiga Negra…

Seguramente se quedaron todos estupefactos ante tan belicoso personaje y ante esta reacción que nadie se esperaba. ¿Qué hacer? Los hermanos Podestá lo atendieron con esa amabilidad tan suya y trataron por todos los medios de hacerle comprender que la pieza en cuestión no era ninguna burla ni deseo de engañar a nadie, sino, al contrario, la obra comportaba el más conceptuoso homenaje a su figura ya legendaria. Todo fue inútil y, aunque habían encargado al hotel una ginebra y otras cosas para convidarlo y poder hablar tranquilos «resulto imposible: el hombre, firme en su posición, hizo valer que nunca en la vida le habían faltado el respeto y que si alguno de ellos subía ahí para decir que era Hormiga Negra, él, viejo y todo. lo iba a atropellar…»

¡Bueno!! No era cosa precisamente de enfurecer al combativo señor y ponerse en contra a todo San Nicolás, que lo veneraba. Hubo que rendirse. Ese domingo, a la hora anunciada, los Podesta presentaban en San Nicolás al Juan Moreira de siempre… Una prueba muy clara, diría Borges, de la incomprensión del arte escénico por nuestra gente de campo

… y su contraparte literaria escrita por Guttierrez tambien (el de la foto)

Si, tal vez en 1911, pero ¿qué pasaba entonces en 1960, en pleno ámbito ciudadano y con un público ya muy acostumbrado a los medios de comunicación y a la TV?? ¿Cómo explicar lo ocurrido al árbitro injusto del famosísimo programa Titanes en el ring?

Para los lectores de otros países, les cuento que Titanes en el ring fue simplemente un programa de lucha libre, pero tan bizarro y original que ningún chico -y tal vez ningun adulto- deseaba perdérselo. Era todo un disparate bizarro con sus luchadores cuidadosamente disfrazados, entrando con una gran puesta en escena (el hombre del espacio auspiciado por yogures Yolanka bajo en una especie de ovni, Don Quijote se presentaba con Rocinante, Sancho y burro incluido, etc). Cada uno tenía un tema musical característico y el disco que se edito estuvo mucho tiempo entre los más vendidos. Por supuesto maniqueísmo puro y duro, bueno contra malo en todas las luchas, abucheos contra el malo y fervorosos vivas para el bueno eran de rigor.

Titanes en el Riiinggggg!!!

Hasta los árbitros se dividían en buenos y malos Entre estos últimos ningún arbitro fue tan odioso y odiado por sus injusticias como William Boo (Héctor Brea) abucheado en todo su camino y hasta capaz de pelearse con el público mismo. Su fama de villano fue inimitable… y le costó bien cara, como recuerda un extenso artículo del diario Página/12 (sección espectáculos) del año 2006, cuando aún vivian casi todos. Por cierto, el título es perfecto: «Éramos tan ingenuos que creíamos que peleaban». Y no, nadie peleaba de veras, todo era espectáculo, ficción dentro de ficción, como los fallos injustos de Boo. Pero fueron bien reales los paraguazos de una furiosa espectadora. Aunque al principio pareció otra nota humorística de un programa que apelaba continuamente al disparate no fue así. A Hector Brea le resulto muy duro reponerse, sobre todo del paraguazo en la espalda. Fue el peor momento de su vida, que no solo le dejo huellas físicas sino psíquicas. Nunca pudo dejar de preguntarse porque la mujer desconocida lo ataco de ese modo y con tal furia. “¿Qué le pasaba a esa mujer? ¡Yo no le habia hecho nada! ¿Todo porque deje ganar a la momia negra??”

(Ocurre, lector que entre los estrafalarios villanos existía una momia negra que era mala y solía enfrentarse con la Momia Blanca que era la buena. Bien simbólico todo y acaso no muy políticamente correcto tampoco. Pero bueno Titanes en el ring merece un libro completo)

En el medio William Boo, el arbitro mas corrupto de Argentina (en la ficcion pugilistica al menos)

Por ahora alcanza decir que el pobre Hector Brea pago muy caro su eficacia en el papel del árbitro que hacia ganar al mal. Recuerda una vida bastante vapuleada esquivando insultos, silbidos, agresiones físicas y psicológicas y en donde no faltaban las amenazas. En el reportaje, su compañero Pepino el 88 recuerda que, en un viaje en micro, alguien llego a poner excrementos en su mochila. No lo recuerda como algo divertido pese a las risas de sus compañeros. ¿Qué tendría en la cabeza la gente que se mandaba esas y no reconocía que se trataba de un actor y todo estaba cuidadosamente guionado de antemano? En este caso, este inexplicable fenómeno llego a terribles extremos, ya que dada la popularidad del programa, William Boo era reconocido (y detestado) donde fuera. Incluso recuerda dolorosamente «Martin no se portó bien conmigo. Martin Karadagian, jefe absoluto del espectáculo, declaro que ordenaba a Boo limpiar las letrinas (sin duda para congraciarse con el público mostrando que castigaba al malo). Eso se comentó en todas partes… y también en el colegio de mi hija» recordaba melancólicamente Hector Brea en la nota.

Ser el malo puede ser muy peligroso. Hay una enorme reserva de irracionalidad y de violencia en muchos seres humanos. Lo más inquietante sin embargo no son estos casos particulares: lo más inquietante es reflexionar que fácil es para los medios fabricar un enemigo en caso de guerra (esa despreciable nación enemiga donde no existe ni uno bueno) e incitar el odio, cuando es tan fácil hacerlo contra alguien que ni siquiera existe.

Inodoro Pereyra 6, donde aparece una gran parodia sobre lo que hablamos

Tan frecuentes han sido estos episodios que hasta poseen un comic que expresa en forma humorística un hecho igual, que por poco acaba haciendo percha a Inodoro Pereyra, el vapuleado personaje de Roberto Fontanarrosa, uno de nuestros mas grandes historietistas. Se encuentra en el tomo seis de la colección que recopilaba sus aventuras editado en Bs As por ediciones De La Flor en 1979 (si no la conoce, no se la pierda) En ese episodio llega la compañía ambulante al pueblo, un acontecimiento enorme para la comunidad. Inodoro conoce a la bella Maria Ines de Lorena quien lo seduce y trata de convencerlo de dejar el pueblo y acompañarlos, actuar para ellos, conocer el mundo, lograr fama, fortuna etc. En realidad esta especie de Dalila se encarga de la difícil tarea de «reclutar» quien haga el papel de malo (algo más peligroso que pescarse el ebola) ya que «el papel de villano es tan odioso que en todos los pueblos nos machucan al actor». Si pueden, lean la hisotria completa, que una joyita, no solo divierte sino que presenta una historia muy bien investigada en todos sus detalles. Por cierto, la obra que la compañía presenta se llama El leon de Francia, que fue un Supermegaexito de los radioteatros y hasta fue tema de una película homenaje bastante reciente. El poema con que se presenta el actor es el que realmente servía de prólogo. El tema, los disfraces, los nombres (Maria Ines de Lorena era la enamorada del héroe) todo es exacto. Sin duda Fontanarrosa pudo conocer la historia ya que hasta los últimos años de la década del setenta, tuvo algunas emisiones radiales, ya ultimo eco de su época de gloria. Y por supuesto, el público amo los héroes y detesto, eternamente a los villanos.

El elenco de El leon de Francia, el radioteatro que cita Fontanarrosa en su historieta de inodoro Pereyra

No tengo una explicación convincente para estos incidentes, salvo que nuestra cordura es bastante más frágil de lo que nos gusta pensar. Si algún lector tiene una teoría, me encantara leerla. Y si algún estudioso de la psicología, la sociología o tal vez la historia del teatro emprende una investigación a fondo, lo mismo. Sería bueno que se le diese el nombre de «efecto retablo», ya que se remonta al más ilustre ejemplo que ha dado, no ya la cultura pop sino la más alta que podamos pedir. Especificamente El retablo de Maese Pedro, capítulo 26 de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. Todos lo recordamos aproximadamente: el titiritero, Maese Pedro, lleva su espectáculo casualmente a la posada donde paran Don Quijote y Sancho. Su espectáculo, claro está, presenta buenos y malos (siempre una mecha explosiva), una pareja de buenos enamorados necesitados de ayuda (mas mecha explosiva) y, para colmo de colmos, los malos son moros. (eso ya es el colmo). Como sabemos Don Quijote se les va encima y se arma el gran zafarrancho, haciendo percha escenario, telón y hasta el último de los actores inanimados. Esta escena es parte de la literatura de la gran literatura

El Quijote arremete contra el espectaculo. de títeres.

Sin embargo podemos permitirnos dejar un poco de espacio a la imaginación.

¿Quién sabe si estas cosas ya pasaban entonces y Cervantes no fue testigo en sus muchos viajes por la España de su tiempo, de algo parecido?

¿Quién sabe si no le inspiro este episodio?

¿O todo el Quijote?

¿O, más simplemente, lo que ocurre es que solo en las queridas ficciones es posible obtener un poco de justicia?

El vampiro y otros cuentos de horror y misterio

Autor: Victor Juan Guillot

Colección: Los Exhumados nº3

Edita: Ignotas, San Andrés, 2016

La crítica literaria es caprichosa, sobre todo en lo que respecta a la permanencia en el tiempo de un autor. Que una creación sobreviva en el tiempo no tiene muchas veces que ver con la calidad sino con factores externos. De maneras misteriosas, la crítica pasa por alto a narradores que bien merecerían el reconocimiento. Después ya solo queda la autosatisfacción del iniciado en los misterios de la Facultad de Letras y del consenso literario para terminar de olvidar obras que bien podrían valer la pena, pero que terminan en manos de outsiders que hablan de estos libros en blogs, fanzines o similares lugares a que están fuera del campo (como diría Bourdieu). A lo mejor como este blog, que se mete con esa gente olvidada. A lo mejor como tipos como Mariano Buscaglia que edita libros que se salen del canon. Su colección Los exhumados justamente nos hace ese favor. Por eso merecen reseña aquí.

Y, si me preguntan, creo que el mayor rescate que ha hecho Mariano es con Victor Juan Guillot

Si por algo es recordado Guillot es por su participación como político radical en el escándalo de las tierras del Palomar, uno de los casos de corrupción más mentados durante la Decada de 1930 (conocida también como la Década Infame) en Argentina. Guillot terminó suicidándose ante las acusaciones que lo tenían como metido en las coimas. Tal vez eso haya sido lo que determinó su olvido como literato. O no. Pero que se lo olvidó se lo olvidó. Lo cual no debería ser asi.

Como bien demuestra este libro de relatos cortos, Guillot es un gran cuentista, a la par con tipos como Horacio Quiroga en su manejo no solo del fantástico sino en la creación del elemento macabro –a veces fantástico a veces no- en la cotidianeidad. El mundo de Guillot combina –al igual que Quiroga- la descripción cotidiana (sobre todo en el campo argentino de esos años) con ese algo raro o fuera de lo esperable que nos deja una puerta abierta ante las dimensiones desconocidas de nuestra vida. Una prosa tersa, ágil y al punto, a veces afectada por cierto lenguaje modernista, otras por un cierto humor macabro tongue –in – cheek  (pienso en “El alma en el pozo” el relato largo con el que termina el volumen). A veces ni siquiera el horror es un recurso fantástico: “El vado” es completamente realista y a la vez uno de las historias más terribles del libro.

Como es que nadie rescatara previamente la obra de Guillot, me deja simplemente entre anonadado y enojado con los guardianes del Conocimiento de la Literatura Argentina. No sé qué miércoles hacen, si un tipo de este nivel es olvidado.

Les urjo a comprarse este libro. Van a encontrar un narrador fabuloso de historias (de misterio y horror), uno de esos tipos a rescatar. Libros como estos son los que le dan sentido al blog.

A bajar: El Desvan del Abuelito, primer semestre del 2010

El Compilador Digital no para y sigue recopilando en formato e-zine el material de uno de los blog claves de la explosión bloguera (a nuestro gusto obvio): El Desvan del Abuelito

Hoy les traemos lo publicado en el Desván durante el primer semestre del 2010, para leer en el formato que mas les apetezca, sea epub (para celulares y libros electrónicos que no son de Amazon), mobi (para le Kindle) o pdf (si lo que les gusta es bajarlo e imprimirlo). Todo esto hecho gratuitamente y con permiso de su creador, el bueno de El Abuelito. Y si lo quiere leer como blog pues siga el link nomas.

No pierdan mas el tiempo, si usted es consumidor de cultura pop antigua y extraña (y si no lo es, ¿que hace en este blog en primer lugar?), Solo siga el link y bajelo. Y si no tiene los volúmenes anteriores, vaya aquí. Es mas puede leer las otras compilaciones que hemos hecho hasta el momento de otros blogs aquí y de nuestro propio material aquí.

Vamos no se arrepiente, que el material es muy bueno mu

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Panteras

Autores: Eduardo Mazzitelli (guión) y Quique Alcatena (dibujos)

Edita: Purple Books, Buenos Aires, 2017

Para variar otro aviso más: Quique Alcatena es uno de los SENSEI DE LOS COMICS para mi. Un tipo genial al que quiero (y se que no soy el único en el mundillo de la historieta argentina) como a poca gente en el comic. Asi que si, tomen otra vez la reseña con pinzas porque hay motivos para afectar mi imparcialidad.

Hecho esto, digamos que Panteras hace lo que raramente veo en el género de la fantasía heroica: salirse del marco eurocéntrico que le dio Robert Howard para entrar de lleno en una mitología (o seudo mitología, como corresponde al subgénero) africana. No es que no funcione con algunos recursos narrativos del subgénero (hechiceros, sociedades secretas, candidatos al trono que deben probar su valia ante enemigos pérfidos, uso de la magia de manera selectiva, etc) sino que esto se envuelve dentro de un mundo que suena y resuena desde la africanidad. Uno podría decir que los relatos de Panteras seria las novelas de Conan que se leen en Wakanda. Claramente, si entráramos a picar fino, la verosimilitud histórica de los relatos de este volumen se sostendrían tenuemente. Pero vamos que pasa lo mismo en el caso de las historias de Conan y a nadie le importa eso: ambas SON fantasía, no PRETENDEN ser realistas.

Y claro, las historias del mundo de Timbumba se sostienen porque tienen magia, tienen la solidez narrativa de Eduardo Mazzitelli (un tio en el que estructura como pocos el relato tradicional de fantasía en la historieta, dándole un vuelo y una altura a sus personajes que describe con pocas palabras) y con el como siempre apabullante trazo de Quique Alcatena, ese tipo que en cada historia construye mundos sólidos de una manera que pocos otros dibujantes argentinos pueden hacer. Lo que en otros autores podría ser meramente una reconstrucción de la historia, mero vehículo delo contado por Mazzitelli (y eso seguiría dando un resultado interesante, aclaremos) en manos de Alcatena adquiere verosimilitud de leyenda contada, de mundo desplegado. Un poco como lo que lograba Barry Windsor Smith en sus primeros Conan o Russ Manning –al que refieren explícitamente en el prólogo los autores, especialmente en su trabajo con Brothers of the Spear, serie de la Dell que hay que rescatar del olvido – en sus obras en las que el universo dibujado termina siendo crucial para entenderlo como relato mítico, como fantasía que se sostiene por su propio peso.

De más está decir que lean Panteras. Cualquier buen amante de la fantasía lo va a disfrutar en grado superlativo.

Exhumando libros olvidados

Tres Nouvelles fantásticas argentinas 1880 – 1920

Contiene: “El doctor Whüntz, fantasía de Raúl Waleis (1880); “Mandinga” de Enrique Rivarola (1895) y “El homunculus” de Pedro Angelici (1918)

Colección: Los exhumados nro. 1

Edita: Ignotas, San Andrés, 2015

La máscara del horror y otras pesadillas fanta-bélicas

Autor: Ernesto Bayma

Contiene: “La máscara del horror” (1967); “Frente a la muerte” (1965); “Metralla para los monstruos” (1967); “El prisionero” (1968)

Colección: Los exhumados nº 4

Edita: Ignotas, San Andrés, 2015

Como siempre hago la aclaración: aparte de ser el editor de los libros, Mariano Buscaglia es amigo y colaborador de este blog, así que eso puede redundar inconscientemente en una reseña favorable. Están advertidos. Aunque les juro que eso no influye en la reseña.

Dicho esto, el trabajo de mariano en rescatar perlas olvidadas de nuestra literatura es en mi opinión encomiable. Hay un montón de material publicado que queda tirado en los canjes de usado de la historia (y este blog es en buena medida una operación de rescate de esas obras). Que alguien se tome el trabajo de reeditar esto y darlo a conocer para más público me resulta algo absolutamente valioso. Sobre todo cuando hablamos del fantástico argentino, género que tiene una invaluable cantidad de material olvidado.

En este caso tenemos dos libros que rescatan autores de dos periodos completamente diferentes (y dos formatos completamente diferentes) del devenir editorial de Argentina. Por un lado, las publicaciones de la Argentina de la república oligárquica que va entre 1880 y 1920, un periodo de alta inmigración, veloz crecimiento poblacional urbano, desigualdades sociales y un esfuerzo gigantesco por aumentar la alfabetización, lo que daba como resultado la aparición de una verdadera literatura de masas por primera vez. El segundo libro corresponde a los sesentas, años de una sociedad en pleno Estado de Bienestar, con la literatura amenazada por la televisión pero todavía con un pujante sector de literatura popular, expresada principalmente en los “bolsilibros” que poblaban los kioscos de esos años. En esos momentos se enmarcan las obras fantásticas de ambos libros

En “Tres nouvelles fantásticas argentinas” nos hallamos con tres novelas cortas de diferente índole, aunque todas marcadas por las temáticas y los estilos de esos años. Primero “El doctor Whüntz” de Raul Waleis es una historia muy deudora del estilo de E.T.A. Hoffmann sobre un científico cuyos conocimientos alquímicos están ayudando al hijo de su prometida, que por tradición familiar debe volverse verdugo, aunque él no desea eso. Con un final truculento, la historia tiene esa floritura decimonónica que puede hacerla un poco farragosa para el lector desacostumbrado a éste.

Le sigue “Mandinga” de Enrique Rivarola, que en el fondo es una farsa sobre dos medio pelo provinciales y chupacirios que ven la mano del Diablo tentándolos porque esta uno de ellos caliente por la sirvienta. Hay una corriente de humor muy mala leche en la obra y unos apuntes costumbristas de esos años. El narrador destila ironia en cada página. De las tres es la que más me gusto.

Finalmente ”El homunculus” de Pedro Angelici es una historia de “mad doctor” que quiere crear vida y lo logra, con terribles resultados. Muy en la vena de Frankenstein si quieren. El estilo es mucho más moderno ya (se notan los casi cuarenta años de diferencias con las historias anteriores) y bien podría haber estado, de publicarse en USA, en los primeros números de Weird Tales, esos donde todavía no aparecían Lovecraft y su círculo. Nada excepcional pero bien escrito.

El segundo libro que reseñamos tiene una diferencia: se compone de tres novelas de bolsillo (y un cuento) escritos exclusivamente por un mismo autor, Ernesto Bayma, un periodista deportivo y libretista de teatro que escribe cruzando géneros, en este caso el bélico con el fantástico. El resultado es… ufff… extrañísimo. Como pone en el estudio (que está también en el libro) Christian Vallini “el verdadero apocalipsis no pasa por los escenarios de guerra, sino por le sentido de caos e irrealidad que subyace bajo la superficie”. De hecho, las historias están bastante caóticamente construidas, con personajes que aparecen y desaparecen, con explicaciones de conductas que aparecen casi en offside, con giros increíbles y, sobre todo con una atmosfera enloquecida y malsana que no se puede creer. Aclaro que no es para todo el mundo. Si te gustan cosas como argumentos coherentes, no es lo tuyo. Pero es fascinante. Un poco lo que pasa cuando lees a Harry Stephen Keeler o cuando ves una peli de Ed Wood: la bizarría de todo supera por lejos a lo que “debe ser” una buena novela de género. En serio es fascinante.

Que Mariano haga esos rescates es algo que me parece valiosísimo. Ojala que las ediciones ignotas sigan su marcha por muchos años más.

Relatos de Tierra Incognita

Autor: Claudio Diaz

Edita: Fusang, Buenos Aires, 2010

La fantasía heroica literaria no es un género muy transitado en la Argentina. Sobre todo cuando juega a respetar los cánones más tradicionales. Nunca ha habido una revista de fantasía que la haya albergado en sus páginas y el ghetto de la ciencia ficción local sospecho que mira con cierto desprecio a las historias de este tipo (prefiriendo la veta más “high fantasy” de El Señor de Los Anillos y sus émulos). A diferencia de la historieta argentina –que tiene algunos ejemplos interesantes entre su producción – no tenemos muchos Conan locales.

Para subsanar eso, Claudio Diaz se embarcó en este libro de elatos, protagonizado por un trío que responden a tres estereotipos de aventureros muy instalados en el género. Por un lado tenemos a Rodrigo, suave, elegante, hábil tanto con la espada como con el laúd. Luego esta Thorvald, un vikingo grandote, forzudo, de risa sonora y la sutileza de un gancho al hígado. Finalmente Sheng Wan es una joven de rasgos orientales, ágil, astuta, de lengua ácida y personalidad mercenaria y amoral. Los tres son un equipo implacable a la hora de pelear y amigos dispuestos a todo para protegerse entre sí, desfacedores de entuertos ante todo.

El resultado es un producto digno, sólido y bien escrito, que escapa poco de los moldes del género pero que lo transita con dignidad. No esperen nada más ni nada menos que tres relatos de sword & sorcery clásicos y no se van a arrepentir. Si buscan otra cosa, bueno, esto no es para ustedes. Si además tenemos a Ariel Olivetti ilustrando la tapa y a Quique Alcatena ilustrando las páginas interiores, tenemos un librito muy sólido de leer.

Las cosas que perdimos en el fuego

Autor: Mariana Enriquez

Colección: Narrativas hispánicas 559

Edita: Anagrama, Barcelona, 2016

Uno es un lector bastante ducho en el género del fantástico y del terror. Ha leído mucho y eso trae como consecuencia que raramente un cuento (no digamos ya una sucesión de cuentos) me perturben, me dejen con esa sensación de malestar y de escalofrío que todo buen cuento del género debe conseguir.

Con este libro me pasó eso varias veces.

La prosa de Mariana Enriquez genera muy bien eso que uno espera del horror material (se nota que leyó muy bien a Lovecraft): esa descripción verista de lo cotidiano que, de repente, se topa de narices con algo completamente inexplicable que se le viene encima como un camión surgido de la nada y arrolla con las convicciones. Si encima acude a la vivencia de una generación (la mía) que se crió en la última dictadura militar argentina, que vivió su adolescencia descubriendo el pasado horroroso que pasaba mientras jugábamos de chicos y que crecio entre los desastres de la desigualdad y las crisis económicas que Argentina ha tenido desde entonces, las historias de este libro dejan simplemente sin aliento. Viví por años muy cerca del Riachuelo (uno de los ríos mas contaminados del mundo), cerca de villas miserias que pueblan el sur de la ciudad de Buenos Aires y escuché de abusos policiales como los que cuenta Mariana en “Aguas negras” (de hecho seguramente el disparador de la historia sea este caso ). El giro lovercraftiano de la historia hace que una realidad de por si perturbadora se convierta en aterradora. También me tocó caminar por el barrio de Constitución y ver cosas como las que describe en “El chico sucio” y, con eso, la escena final es demoledora y aterradora porque podes creer que pase algo así.

Pero todos los cuentos de este libro te dejan esa sensación de que todo se va a ir a la mierda de maneras impensadas. Que, de hecho, el horror es casi algo cotidiano y que lo inexplicable es absolutamente posible. Una suerte de versión pesadillesca del realismo mágico. Lo que es lógico: Mariana es de mi generación, esa que aprendió a resignar ideales por algo menos heroico… y que ni siquiera eso consiguió porque cada dos por tres se venía recesión, miseria y quilombo. Mariana Enriquez cuenta nuestras pesadillas cotidianas. Y le pone elementos fantásticos para explicarlas mejor. Como hacía Rod Serling, contando el lado B de la Yanquilandia triunfadora en la Twillight Zone.

Si Mariana Enriquez no queda dentro del panteón de los grandes escritores de la literatura fantástica hispanoamericana (joder, de la literatura a secas) es que el mundo es de una injusticia total…

Compren el libro. Bájenlo si les sale caro. Pídanlo prestado. Fotocópienlo. Pero, por favor: léanlo. Por libros como este hacemos este blog: para que no pasen desapercibidos. Matar un árbol por este libro vale la pena.