
Huía pero lo tenían rodeado. Una multitud furiosa venia corriéndolo con todo lo que tuvieran a mano, ansiosos de hacer justicia. Hacerle pagar por tantas crueldades horrendas… Ya lo tenían. Pero la intervención policial lo salvo por poco, a los ponchazos
Claro que igual le quedaron unos cuantos magullones al maldito canalla… de la compañía de teatro ambulante.
Ahora podían respirar tranquilos los actores: casi se quedan sin malo.
Otra vez.

Chispazos de tradicion, la revista que traía los guiones del radioteatro
¡LEÑA, LEÑA! QUE NO SE ESCAPE!!!
Seguramente todos hemos escuchado o leído alguna vez sobre algun episodio similar. Podría haber pasado en cualquier lugar del mundo.
Pero en Argentina pasó muchas veces. Muy especialmente en la llamada época de oro de los radioteatros, cuando se vivió una interacción irrepetible de ficción y realidad. Porque, después de hipnotizar a un pueblo entero con estas historias de éxito inimaginable, la compañía de teatro ambulante llegaba al pueblo poniendo en contacto al público con los buenos adorados y con los malos odiados…
Entonces, lector, ocurría un fenómeno muy extraño que -al menos para mí- no tiene aún ninguna explicación convincente: el actor era atacado como si fuera el villano de verdad
Y, en este tema, antes de leer nada, escuché el testimonio de mi abuela, que vivía en un pueblito de campo y fue testigo presencial.
Pensemos en el fervor que producían estas historias absolutamente maniqueas. Malo malísimo Bueno buenísimo. Nada de jorobar con matices psicológicos. Peleas entre buenos y malos recreando una especie de Far West criollo. Y todo mezclado con elementos típicos del folletín decimonónico en forma totalmente desatada: damiselas indefensas victimas de malvados, acusaciones injustas, identidades secretas, hijos robados y hasta malditos capaces de golpear a sus pobres madres (uno de ellos llamado Fachenzo, sin intención politica, creo)

El elenco de Chispazos de tradición
Los débiles, niños, ancianos, pobres y desvalidos sufrían horriblemente los abusos del malo, hasta que, luego de infinitas vueltas rocambolescas y de la intervención del héroe llegaban al final feliz que ponía, efectivamente, felices a todos.
En esa época, la casa del afortunado que poseía radio era invadida por unos cuantos vecinos ávidos del próximo capitulo y no era cosa de negarse. Lo bueno es que, como excusa, solían traer facturas o bizcochitos para el mate. Se armaba así una atmosfera de partido de futbol. Con tanta gente apretujándose alrededor del aparato, aplaudiendo, riendo, gritándole improperios al malvado. Que lógicamente no los escuchaba.
Hasta ahi todo bien
Pero cuando había gira, los directores ya sabían que el problema mayor era la banda de lugareños que esperaban al malísimo a la salida para hacerlo “arrepentir».
No ocurría solo en estas pampas: en el Uruguay -donde era famosa la compania de Omar Abue- se sabía de este problema nada pequeño para resolver… El malo era odiado con toda fidelidad por la enardecida audiencia. De hecho un actor que paso poco a poco de héroe a villano fue un día casi linchado a morir. Debio huir y esconderse.
En un principio estas anécdotas parecen divertidas pero luego resultan inquietantes, incluso alarmantes si se reflexiona sobre ellas. Los protagonistas no eran chicos » nerds» como hoy podríamos decir. Eran personas comunes, buenos vecinos del pueblo. Que de pronto ya no veían la realidad, la cambiaban. Daban un salto a la locura revelando que alarmantemente frágil es la cordura de la gente, incluso de la gente que nos cruzamos todo el día.
En esta época de oro existió un radioteatro muy querido, que realmente paralizaba el país. Los comercios ofrecían receptores de radio que el cliente podía escuchar mientras consumía… única forma de no perder clientela a lo bestia.
Se llamó CHISPAZOS DE TRADICION. Y como podemos imaginar, era de tema gauchesco. Se trasmitió desde 1931 hasta 1936 por RL3 Radio Nacional y posteriormente por LR 2 Radio Belgrano. A las 18 horas, cuando se detenía el país. Su creador fue el dramaturgo, guionista y director teatral Andres Gonzalez Pulido.
Para dar una idea de la intensa participación de los oyentes, es interesante saber que la emisora recibía miles de cartas opinando con cuál de las damitas jóvenes debía casarse su héroe Churrinche. La cosa creció hasta tal punto que se organizó una votación, en la que ganaría la damisela más votada. Toda una anticipación del “Fanservice”. O de los finales alternativos escritos hoy en día en la red, por ejemplo para Harry Potter.

Los personajes de Chispazos de tradición en una caricatura de la epoca
Claro que con igual fervor se odiaba al villano. Y las compañías de actores tomaban precauciones para que no saliera herido, aunque no se evitara los abucheos. Porque era un sentimiento muy intenso
Veamos este incidente, recordado por el héroe simpático «Churrinche» en la extensa nota que le dedica la revista “Todo es historia” en su número 155 (Abril de 1980) al fenómeno “Chispazos”:
«Actuábamos una vez en un cine de la calle Medrano, con una sala repleta de público. Y yo tenía que enfrentar al que hacía de traidor alevoso…”
Sigue contando que lo ataca con el talero (aclara que de utilería). Imaginemos el momento apoteótico: El héroe simpático y querido despatarra a talerazos al maldito hijo… del radioteatro. El villano se desmoronó estrepitosamente todo lo que pudo para darle el mayor realismo al asunto, ante los rugidos de la multitud. ¡¡Inolvidable!!
Unos días más tarde, una señora que no quiso revelar su identidad, le regalo a Gonzalez Pulido un valioso reloj de oro y a «Churrinche» un alfiler de corbata de lo mismo, que más tarde, el actor convirtió en un anillo, acaso deseando lucir siempre tan conmovedora muestra de admiración. Sobre todo si se trataba de una espectadora humilde y los obsequios resultaban un gasto importante para ella:
¿Por qué semejante muestra de generosidad?
«Este es mi regalo por haber terminado con ese maldito canalla» fue la emocionada explicación.

Andrés Gonzalez Pulido, el creador de Chispazos…
Una vez más, este extrañísimo fenómeno, porque si bien era muy cierto que podía agradecerle a Pulido el final del «maldito canalla» también era verdad que debía culparlo de todas sus canalladas, ya que el autor ¡¡había escrito el guion!! No sé ustedes, pero a mí el incidente protagonizado por la señora me resulta más inquietante aun que la locura momentánea de los linchadores.
Esta señora tuvo tiempo de reflexionar
Evidentemente, vivía una vida normal en todo, pero con su ficción favorita, vivía en otro mundo…
Era realmente fundamental para su vida que el malvado fuera castigado.
¿Cómo diferenciamos ficción de realidad? ¿Cómo nos damos cuenta cuando alguien ya niega la realidad, hipnotizado totalmente por una historia?
No encontré un estudio serio y a fondo de estos casos. Hallé en cambio, más ejemplos de los que pueden entrar aquí. Si el lector conoce alguno, me encantaría leerlo: se trata de un fenómeno casi siempre tomado como anécdota divertida sin más. Personalmente me deja reflexionando sobre la fragilidad de nuestra sensatez para captar el mundo.
Ojo, que el fenómeno no era nuevo. El auge de la radio lo potenció: la radio tiene un enorme poder para impactar en nuestra mente. Basta recordar las catástrofes demenciales provocadas por “La guerra de los mundos» de Orson Welles.
Pero no eran los primeros casos
Mucho antes de que existiera la radiofonía, existía nuestro circo criollo que ofrecía en su parte teatral, casi siempre la historia de un gaucho matrero, peleador, rebelde a la autoridad injusta. Idolatrado por la gente de campo, que lo consideraba una especie de Robin Hood. No se sorprenda de que el bandido sea el héroe… En ese tiempo la gente humilde de campo no la pasaba bien con los poderosos: levas forzadas y todo tipo de abusos no hacían a la autoridad demasiado simpática que digamos.

aviso del circo Podestá y uno de sus personajes: Pepino el 88
El más célebre de estos matreros se llamó Juan Moreira y era llevado a la escena por los hermanos Podestá, basándose en el exitoso folletín de Eduardo Gutierrez (que autorizó la versión de los Podestá, que quede aclarado). Moreira era querido y su matador el sargento Chirino (que para colmo lo ensartaba con una lanza por la espalda) era despreciado. Cuando pasaba eso, Moreira decía:
«A traición, cobarde. Cómo se ve que sos justicia (policia)»
Y este era el momento peligroso, ya que era muy probable que algún enardecido grupo trepara al escenario facón en mano para vengar la muerte del protagonista»
Este tema fue discutido algunas veces, centrando el debate en la incapacidad del público campesino y primitivo para comprender el hecho teatral, la representación o solamente comprenderla en parte. Hoy sabemos que un fan puede olvidar la realidad en la red pese a no ser primitivo y tener plena conciencia de los medios de comunicación.

Un folleto recopilando el folletin Juan Moreira de Eduardo Gutierres
Esta controversia aparece sobre todo, a raíz del éxito enorme del “Fausto criollo» o simplemente Fausto escrito por Estanislao Del Campo en 1886. Año en el que se presenta en nuestro teatro Colon la opera Fausto de Gounod, basada en el poema de Goethe.
En la noche del estreno está presente su autor, quien crea al personaje de Anastacio el pollo, gaucho que llega a la platea por error y a los empujones, sin tener idea de lo que es una ópera y casi muere del susto al ver en el escenario al diablo (bueno, al actor disfrazado). Esa misma noche esbozó el tema, editándolo poco despues. Fue un éxito instantáneo. La confusión del pobre Anastacio hará reir a todo Buenos Aires. Ademas narra todo el guion de la obra en su lenguaje gauchesco y convencido de que todo es verdad. Si puede no se la pierda lector. Aunque hoy se la está considerando políticamente incorrecta porque se rie de la confusión de un pobre campesino.
Pero la controversia mayor era esta: ¿Es verosimil que el gaucho reaccione de esta manera? Jorge Luis Borges asegura firmemente que si: En su prólogo a Fausto (Bs As ed. Nova, colección Mar dulce, 1946) hablando sobre el tema afirma que tales confusiones eran perfectamente posibles dada la incomprensión del hombre de campo en una cultura primitiva donde no existía el hecho teatral

Juan Moreira, la obra
Y siguiendo a Borges, veamos esta anécdota publicada en 1911 en la revista argnetina Caras y caretas:
«Por aquellos años, los Podesta recorrían la provincia representando piezas gauchescas. En casi todos los pueblos, la primera parte correspondía al Juan Moreira». (La especialidad de la casa, digamos). Sin embargo, al llegar a San Nicolas, juzgaron de buen tono, anunciar la obra HORMIGA NEGRA. «Huelga recordar que el epónimo habia sido en sus mocedades, el matrero más famoso de los contornos». Más o menos como ir a Suiza y ponerse a representar Guillermo Tell para ganarse el corazón de los espectadores.
Por lo tanto, se hicieron los preparativos, se publicito la obra, se pusieron los carteles anunciadores pero… la víspera de la función, un sujeto entrado en años, más bien bajo, trajeado con aseada pobreza, se presentó en la carpa:
- Andan diciendo – dijo- que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va a decir que es Hormiga Negra. ¡¡Les prevengo que no van a poder engañar a nadie porque HORMIGA NEGRA soy yo!!

El verdadero Hormiga Negra…
Seguramente se quedaron todos estupefactos ante tan belicoso personaje y ante esta reacción que nadie se esperaba. ¿Qué hacer? Los hermanos Podestá lo atendieron con esa amabilidad tan suya y trataron por todos los medios de hacerle comprender que la pieza en cuestión no era ninguna burla ni deseo de engañar a nadie, sino, al contrario, la obra comportaba el más conceptuoso homenaje a su figura ya legendaria. Todo fue inútil y, aunque habían encargado al hotel una ginebra y otras cosas para convidarlo y poder hablar tranquilos «resulto imposible: el hombre, firme en su posición, hizo valer que nunca en la vida le habían faltado el respeto y que si alguno de ellos subía ahí para decir que era Hormiga Negra, él, viejo y todo. lo iba a atropellar…»
¡Bueno!! No era cosa precisamente de enfurecer al combativo señor y ponerse en contra a todo San Nicolás, que lo veneraba. Hubo que rendirse. Ese domingo, a la hora anunciada, los Podesta presentaban en San Nicolás al Juan Moreira de siempre… Una prueba muy clara, diría Borges, de la incomprensión del arte escénico por nuestra gente de campo

… y su contraparte literaria escrita por Guttierrez tambien (el de la foto)
Si, tal vez en 1911, pero ¿qué pasaba entonces en 1960, en pleno ámbito ciudadano y con un público ya muy acostumbrado a los medios de comunicación y a la TV?? ¿Cómo explicar lo ocurrido al árbitro injusto del famosísimo programa Titanes en el ring?
Para los lectores de otros países, les cuento que Titanes en el ring fue simplemente un programa de lucha libre, pero tan bizarro y original que ningún chico -y tal vez ningun adulto- deseaba perdérselo. Era todo un disparate bizarro con sus luchadores cuidadosamente disfrazados, entrando con una gran puesta en escena (el hombre del espacio auspiciado por yogures Yolanka bajo en una especie de ovni, Don Quijote se presentaba con Rocinante, Sancho y burro incluido, etc). Cada uno tenía un tema musical característico y el disco que se edito estuvo mucho tiempo entre los más vendidos. Por supuesto maniqueísmo puro y duro, bueno contra malo en todas las luchas, abucheos contra el malo y fervorosos vivas para el bueno eran de rigor.

Titanes en el Riiinggggg!!!
Hasta los árbitros se dividían en buenos y malos Entre estos últimos ningún arbitro fue tan odioso y odiado por sus injusticias como William Boo (Héctor Brea) abucheado en todo su camino y hasta capaz de pelearse con el público mismo. Su fama de villano fue inimitable… y le costó bien cara, como recuerda un extenso artículo del diario Página/12 (sección espectáculos) del año 2006, cuando aún vivian casi todos. Por cierto, el título es perfecto: «Éramos tan ingenuos que creíamos que peleaban». Y no, nadie peleaba de veras, todo era espectáculo, ficción dentro de ficción, como los fallos injustos de Boo. Pero fueron bien reales los paraguazos de una furiosa espectadora. Aunque al principio pareció otra nota humorística de un programa que apelaba continuamente al disparate no fue así. A Hector Brea le resulto muy duro reponerse, sobre todo del paraguazo en la espalda. Fue el peor momento de su vida, que no solo le dejo huellas físicas sino psíquicas. Nunca pudo dejar de preguntarse porque la mujer desconocida lo ataco de ese modo y con tal furia. “¿Qué le pasaba a esa mujer? ¡Yo no le habia hecho nada! ¿Todo porque deje ganar a la momia negra??”
(Ocurre, lector que entre los estrafalarios villanos existía una momia negra que era mala y solía enfrentarse con la Momia Blanca que era la buena. Bien simbólico todo y acaso no muy políticamente correcto tampoco. Pero bueno Titanes en el ring merece un libro completo)

En el medio William Boo, el arbitro mas corrupto de Argentina (en la ficcion pugilistica al menos)
Por ahora alcanza decir que el pobre Hector Brea pago muy caro su eficacia en el papel del árbitro que hacia ganar al mal. Recuerda una vida bastante vapuleada esquivando insultos, silbidos, agresiones físicas y psicológicas y en donde no faltaban las amenazas. En el reportaje, su compañero Pepino el 88 recuerda que, en un viaje en micro, alguien llego a poner excrementos en su mochila. No lo recuerda como algo divertido pese a las risas de sus compañeros. ¿Qué tendría en la cabeza la gente que se mandaba esas y no reconocía que se trataba de un actor y todo estaba cuidadosamente guionado de antemano? En este caso, este inexplicable fenómeno llego a terribles extremos, ya que dada la popularidad del programa, William Boo era reconocido (y detestado) donde fuera. Incluso recuerda dolorosamente «Martin no se portó bien conmigo. Martin Karadagian, jefe absoluto del espectáculo, declaro que ordenaba a Boo limpiar las letrinas (sin duda para congraciarse con el público mostrando que castigaba al malo). Eso se comentó en todas partes… y también en el colegio de mi hija» recordaba melancólicamente Hector Brea en la nota.
Ser el malo puede ser muy peligroso. Hay una enorme reserva de irracionalidad y de violencia en muchos seres humanos. Lo más inquietante sin embargo no son estos casos particulares: lo más inquietante es reflexionar que fácil es para los medios fabricar un enemigo en caso de guerra (esa despreciable nación enemiga donde no existe ni uno bueno) e incitar el odio, cuando es tan fácil hacerlo contra alguien que ni siquiera existe.

Inodoro Pereyra 6, donde aparece una gran parodia sobre lo que hablamos
Tan frecuentes han sido estos episodios que hasta poseen un comic que expresa en forma humorística un hecho igual, que por poco acaba haciendo percha a Inodoro Pereyra, el vapuleado personaje de Roberto Fontanarrosa, uno de nuestros mas grandes historietistas. Se encuentra en el tomo seis de la colección que recopilaba sus aventuras editado en Bs As por ediciones De La Flor en 1979 (si no la conoce, no se la pierda) En ese episodio llega la compañía ambulante al pueblo, un acontecimiento enorme para la comunidad. Inodoro conoce a la bella Maria Ines de Lorena quien lo seduce y trata de convencerlo de dejar el pueblo y acompañarlos, actuar para ellos, conocer el mundo, lograr fama, fortuna etc. En realidad esta especie de Dalila se encarga de la difícil tarea de «reclutar» quien haga el papel de malo (algo más peligroso que pescarse el ebola) ya que «el papel de villano es tan odioso que en todos los pueblos nos machucan al actor». Si pueden, lean la hisotria completa, que una joyita, no solo divierte sino que presenta una historia muy bien investigada en todos sus detalles. Por cierto, la obra que la compañía presenta se llama El leon de Francia, que fue un Supermegaexito de los radioteatros y hasta fue tema de una película homenaje bastante reciente. El poema con que se presenta el actor es el que realmente servía de prólogo. El tema, los disfraces, los nombres (Maria Ines de Lorena era la enamorada del héroe) todo es exacto. Sin duda Fontanarrosa pudo conocer la historia ya que hasta los últimos años de la década del setenta, tuvo algunas emisiones radiales, ya ultimo eco de su época de gloria. Y por supuesto, el público amo los héroes y detesto, eternamente a los villanos.

El elenco de El leon de Francia, el radioteatro que cita Fontanarrosa en su historieta de inodoro Pereyra
No tengo una explicación convincente para estos incidentes, salvo que nuestra cordura es bastante más frágil de lo que nos gusta pensar. Si algún lector tiene una teoría, me encantara leerla. Y si algún estudioso de la psicología, la sociología o tal vez la historia del teatro emprende una investigación a fondo, lo mismo. Sería bueno que se le diese el nombre de «efecto retablo», ya que se remonta al más ilustre ejemplo que ha dado, no ya la cultura pop sino la más alta que podamos pedir. Especificamente El retablo de Maese Pedro, capítulo 26 de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. Todos lo recordamos aproximadamente: el titiritero, Maese Pedro, lleva su espectáculo casualmente a la posada donde paran Don Quijote y Sancho. Su espectáculo, claro está, presenta buenos y malos (siempre una mecha explosiva), una pareja de buenos enamorados necesitados de ayuda (mas mecha explosiva) y, para colmo de colmos, los malos son moros. (eso ya es el colmo). Como sabemos Don Quijote se les va encima y se arma el gran zafarrancho, haciendo percha escenario, telón y hasta el último de los actores inanimados. Esta escena es parte de la literatura de la gran literatura

El Quijote arremete contra el espectaculo. de títeres.
Sin embargo podemos permitirnos dejar un poco de espacio a la imaginación.
¿Quién sabe si estas cosas ya pasaban entonces y Cervantes no fue testigo en sus muchos viajes por la España de su tiempo, de algo parecido?
¿Quién sabe si no le inspiro este episodio?
¿O todo el Quijote?
¿O, más simplemente, lo que ocurre es que solo en las queridas ficciones es posible obtener un poco de justicia?